El cine, ese gran entretenimiento que nos transporta, al igual que la lectura pero con imágenes en grandes dimensiones, a todos los lugares y tiempos imaginables e imaginados. El cine, ese gran desconocido para muchos, y ese gran aliado para otros, lleno de fantasías, monstruos de la gran pantalla presentes, pasados y futuros.
En lo que a mí respecta, el cine se asemeja un poco a los grandes dinosaurios. En su momento fueron los reyes de la Tierra, pero su poder se extinguió por diversas causas. En lo que al séptimo arte respecta, creo que está en horas bajas, y las causas de su lenta decadencia pueden ser varias, tan numerosas como las estrellas del firmamento: en un principio los viedoclubs, que nos ofrecían la misma película más barata, junto con la posibilidad de poder verla en tu propia casa y muchas más veces hasta que la tenías que devolver (yo particularmente siempre he preferido el CINE con mayúsculas, pero para gustos se hicieron colores), después, ese enemigo común de todas las artes y que se desarrolló al abrigo de Internet... LA PIRATERÍA, y por último, aunque no quiere decir que no haya que añadir futuros motivos, la subida de impuestos, que ha disparado el precio de las entradas para una economía española ya, de por sí, castigada y limitada.
En esta tarde tranquila, he querido recordar mis tardes- noches cinematográficas al lado de grandes películas, sentada frente a la pantalla con una bolsa de palomitas y un enorme refresco, expectante para vivir una nueva historia de la mano de esos magos incombustibles llamados ACTORES.
Me han gustado de todo tipo, desde thrillers angustiosos de cuyo final era dudosamente satisfactorio, hasta grandes historias de amor enmarcadas en catástrofes ramosas, pasando por historias lacrimógenas o épicas leyendas de guerreros inmortales.
Aquí os dejo un pequeño ejemplo de cada una.
SEVEN, o como, tarde o temprano, la tenebrosa cadena de los siete pecados capitales acaba por cumplirse... Aunque de una manera un tanto retorcida, pero definitivamente impactante para el espectador, diría yo.
TITANIC, o cómo una historia de amor encuadrada dentro de la inmensidad de un desastre real, hizo que todo el mundo recordara el naufragio, llorara con la visión de sus víctimas y no volviera a olvidarse de ninguna de las dos cosas.
TROYA, o cómo una mujer consiguió que la historia de una batalla aún permanezca fresca en la memoria de todo el que contempló a Brad Pitt con minifalda... Dicho de otra manera, la leyenda hecha realidad y el por qué de que un tendón lleve el nombre de Aquiles.
BRAVEHEART. Ya que hemos empezado con las leyendas, de cómo el arrojo y la sed de justicia de un solo hombre movilizaron a un pueblo contra la tiranía de un rey. El final, épico pero desastroso, para llorar a lágrima viva con la absoluta sensación de que, pese a todo, el señor Wallace ganó su batalla.
GLADIATOR. Un caso atípico. Todos estamos hartos de ver películas donde se ambiente a la perfección determinados periodos del Imperio Romano, pero después de esta película, ¿quién no hubiera querido un general romano como Máximo en la actualidad? Noble, aguerrido, valiente y llevando el amor a su familia hasta sus últimas consecuencias... Que no fueron, ni con mucho, las más deseables. Otro peliculón que deja un sabor agridulce en la boca, porque pese a que el prota acaba reuniéndose con su familia (que era lo que él quería), no lo hace antes de impartir la justicia merecida al malo malísimo Cómodo.
LEYENDAS DE PASIÓN. Un culebrón en toda regla, una saga familiar como las que ya no se hacen. La pobre Susanna, que va pasando de hermano en hermano hasta tener su propio final. Una historia de amor inacabada e interrumpida con el inestable Tristan... Sin palabras.
Esta es mi pequeña lista, claro, porque gustándome el cine como me gusta, podría agrandarla hasta el infinito, añadiéndole clásicos que nunca pasan de moda, películas del más puro terror o cintas que bordaron el género fantástico, eso sin contar los innumerables títulos dedicados a los más pequeños.
Pero, como solo tengo un blog y es un espacio muy corto para tanto, todo eso lo dejaré para otro día.
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